lunes, 15 de abril de 2013

Dos puntos para la reflexión

El otro día estaba jugando a frontenis y le di mal a la pelota de tal forma que perdí el tanto, lo que no me hizo mucha gracia. Casi entra pero por poco se quedó fuera.

Al momento siguiente volví a perder el tanto, pero esta vez cuando la pelota salió, lo hizo por encima del frontón, de tal modo que estuvo a punto de irse fuera. Cuando esto ocurre hay que ir a buscar la pelota y (si es que uno la encuentra) traerla.

Esta segunda vez había perdido también el tanto, pero mi reacción fue muy diferente de la que había tenido unos momentos antes, esta vez estaba profundamente aliviado porque había estado a punto de irse fuera la pelota y me había librado de ir a buscarla por los pelos.

Perder un tanto jugando al frontón nos puede sentar de forma diferente si la alternativa en la que centramos nuestra atención es mejor o peor. Si lo que pensamos es “menos mal que no se fue fuera” estaremos más contentos que si nos centramos en que “estuvo a punto de entrar pero no lo hizo”.

Esto es algo que me pasó a el otro día en un partido, es decir, me pasó de verdad y mi reacción es como os la cuento. ¿Qué puede decirnos sobre nuestra psicología un tanto perdido?

lunes, 8 de abril de 2013

Emociones a corto plazo que influyen a largo plazo

Dan Ariely es un autor muy interesante de leer, se dedica a investigar en el campo de la economía conductual. Lo comento porque hace una semana acaba de empezar un curso que dirige este profesor en Coursera (en inglés). Además mientras uno hace el curso creo que se ofrece a los estudiantes online un descuento en sus libros.

Una de las ideas más interesantes de sus obras escritas (o al menos a mí me lo parece) es la de cómo las emociones puntuales en un momento dado pueden influirnos a largo plazo a través de lo que él llama la auto-réplica.

Según Ariely, la primera vez que tomamos una decisión, por ejemplo la de tomar café por las mañanas en vez de té, dedicamos un poco de nuestro tiempo a pensar qué queremos hacer. Una vez tomada una elección hay muchos aspectos de nuestras vidas que repetimos de forma automática, sin volver a cuestionarlas. Puede que a partir de entonces tomemos siempre café sin pararnos más a pensar en ello. Lo mismo puede ocurrir cuando elegimos un lugar en vez de otro para comer como “nuestro favorito”. Así nos convertiríamos en seguidores de nosotros mismos, de muchas de nuestras decisiones en el pasado, lo cual hace que ahorremos recursos cognitivos para muchas de las operaciones diarias.

Esa es la primera parte de la argumentación. Ahora la segunda. Las emociones pueden influir en las decisiones que tomamos de forma no racional. Una alegría inesperada puede hacer que ese día que hemos quedado con un familiar que viene de otra ciudad en vez de invitarlo simplemente a un café, como estamos alegres nos sintamos generosos y lo invitemos a comer.

Como hemos visto según Ariely somos muchas veces seguidores de nosotros mismos, así que esto puede crear un precedente y es posible que eso haga que de ahí en adelante siempre que quedemos con nuestro familiar porque venga de visita lo hagamos disfrutando de una comida. Así es como propone Ariely que las emociones surgidas en el corto plazo pueden influirnos a largo plazo. La fuente de donde sale la idea es la obra escrita de este autor, obra cuya lectura es de lo más interesante, como lo es este curso donde este profesor trata sobre algunos temas de igual interés relacionando siempre la irracionalidad humana con la economía.

Que las emociones en un momento dado puedan influir a largo plazo es algo que yo creo que de todas formas debería ser sospechado por cualquier psicólogo, ya que es fácil de imaginar por ejemplo que el pequeño Albert, tras el experimento del que fue víctima, si le dieran a elegir no tomaría la opción de tener una mascota como la del experimento…

viernes, 5 de abril de 2013

El susto que me he dado esta mañana o cómo la lampara de mi cuarto nos puede ayudar a entender las emociones y la empatía

Esta mañana estaba en la cama y me he despertado sin venir a cuento. Los juegos de sombras de mi habitación me han llevado a tener una percepción errónea de forma transitoria, una de esas que llevan a una reacción frigorífica, digo terrorífica. Parecía como si allí, al lado mismo de donde yo me encontraba, hubiese otra persona conmigo. Mi corazón se aceleró y fui capaz de apreciar cómo contenía la respiración. De repente la figura desapareció ante mí, y pude comprobar cómo los estímulos que me habían provocado la ilusión eran unas cortinas y una lámpara que en la oscuridad resultaban de lo más intimidatorias, sobre todo si erróneamente uno las percibe como una persona extraña. En poco tiempo mi ritmo cardíaco volvió a la normalidad y la sensación de susto desapareció junto con la aparición de la nueva interpretación.

Lo cual me plantea de nuevo la siguiente pregunta, ¿es la realidad lo que nos provoca la emoción o la interpretación que hacemos de la misma?¿Siempre es necesario que exista cognición para que se produzca una reacción emocional? ¿Cognición entendida como percepción, proceso en el cual también toma parte nuestro aprendizaje y memoria, o nos referimos a otro tipo de procesos? Aquí podemos encontrar un vídeo interesante que aborda el tema desde un prisma teórico, está muy entretenido…



Algunas preguntas de reflexión…¿pueden algunos sesgos perceptivos como el sesgo actor-observador llevarnos a interpretar de forma inadecuada la realidad y llevarnos así a emociones y conductas que afecten a nuestra vida social? ¿Puede el hecho de ejercitar la empatia cambiar la interpretación y así nuestras emociones y nuestra conducta?¿Puede esto contribuir a nuestro bienestar?